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Me invaden los recuerdos una noche de miércoles

  He analizado la asimetría de tu cuarto en la tenue y roja luz que da el alargador por las noches; comiendo techo he averiguado que tiene forma de trapecio. El paralelo de mayor longitud es justo sobre el que descansan nuestras cabezas.  Percibo la lóbrega mirada de mi reflejo a los pies de la cama, y acto seguido poso mis ojos en ti, bulto blanco durmiente. ¿Cómo de cerca me sientes? Diría que en esta pequeña cama apenas queda espacio para mis pensamientos. ¿Cómo de lejos me percibes? A veces me encuentro un poco ausente. Me da la sensación de que debo sentirme afortunada de que apenas ronques.   Creo que no es tu hombro el que me oprime ahora mismo el pecho, sino la confusión de no entender qué hago entre estas cuatro paredes de gotelé. ¿Quién se supone que eres, bulto blanco que respira? Tan siquiera veo tu pelo asomar sobre la colcha. A pesar de que uno de mis mechones sí que alcanzo a verlo, tampoco entiendo bien quién se supone que soy: ¿tu novia, tu amiga, tu consuelo… o quizá

Deseando que fuese miércoles

 Aquí estoy, metida en la habitación de mi novio, llorando mientras escribo esto y él ve The Office en el salón. ¿De verdad disimulo tan bien? ¿O es que no es interesante preocuparse por lo que me pasa? Ya no sé qué pensar... excepto que me gustaría morirme. No estaría nada mal. Es más, lo deseo. Aquí no hago nada relevante ni quiero hacerlo. A mi alrededor quizá le importe mi existencia, pero creo que “no mucho”. Una vez muerta, dejaría de llorar, de sofocarme, de angustiarme... de sufrir. Esto de vivir es una fuente de sufrimiento continuo e inagotable, sin posibilidad de darle boleto y mandarla a la mierda desde una perspectiva socialmente aceptada.  Si aún no me he arrojado por una ventana, creo que es por mis padres. Quizá antes pensaba que por mis allegados y demás... pero sinceramente, a esos se les pasaría. Quienes no podrían superarlo son mis padres; demasiado tienen los pobres con sus vidas como para encima añadirles semejante peso a la espalda. La muerte de una hija. No se l

Domingo un poco miércoles

     Tengo el pelo mojado y aún así podría echar humo por la cabeza en cualquier momento. Bullen demasiadas ideas y no sé cómo gestionarlas. Hoy, por primera vez desde hace mucho tiempo, me he vuelto a sentir ninguneada, prácticamente invisible. Una amiga de mi novio ha ido a su casa y la he abierto la puerta: no me ha saludado, ni siquiera se ha molestado en mirarme.  No recordaba esa sensación.  Quieres gritarle que un poquito de educación no le vendría mal, o que no está de más ser agradable con la novia de tu amigo, pero te quedas en silencio cerrando la puerta de la entrada, asimilando que total, tampoco es que merezcas ese segundo de atención.  Hubo una época de mi vida en la que me sentía así a diario. No era de las que armaban bulla en clase, ni la guapa, ni la deportista, ni tan solo con la que se metía todo su curso, simple y llanamente era una inexistente yo. Carecía de importancia todo cuanto hacía y vagaba por los pasillos como el que vaga por las cloacas: siendo visto y,

Noche previa al miércoles

Si esto es ansiedad, busco el ticket ahora mismo, voy al súper y que me devuelvan mi dinero.  ————————————— Creo que hace aproximadamente un día has vuelto a dar señales de vida. Esto de las redes sociales es una cosa... inaudita.  Ni siquiera hemos mediado mensaje alguno, pero ya ha vuelto a mí el malestar. El desasosiego nocturno. El dolor en el pecho. La fantasía de mi desaparición.  A día de hoy creo que te mantengo como pretexto para mis angustias, las cuales son más sencillas de llevar si tengo un nombre y una cara a las que culpar. Pero nada más lejos de la realidad. Lo mío ya viene de tiempo atrás.  Te hubieses comportado conmigo como un capullo o no, creo que a día de hoy seguiría padeciendo las mismas dolencias, o en caso alguno, similares. Seguro.  En algún tiempo tuve que haber querido vivir. No concibo haber nacido sin ese afán tan humano de permanecer en La Tierra aún siendo la persona más desdichada del mundo. Pero en algún momento me trunqué.   Ahora me dedico a intenta
Noche de miércoles. Hasta que no pueda dejar de llorar y esté rota de cansancio, no caeré dormida. Quisiera escribirte, llamarte, ir corriendo a buscarte y gritarte frente a frente que me has destrozado la vida. Pero lo que haré será respetar el confinamiento y tragarme la mierda una noche más, porque de qué serviría martirizarte de nuevo. ¿Acaso lo haces tú? ¿Te culpas de lo que me hiciste, o vives tus días sin pena ni gloria y me dedicas vagos y nostálgicos pensamientos? Ya no sé qué creer. Una vez llegué a creer que podría tener un futuro y que este, sería a tu lado. Pero me quitaste esa creencia tan rápido como decidiste no ver Mulán, ¿te acuerdas? Yo solo quería ver una de mis películas favoritas contigo; hacer algo que por una vez que no quisieras hacer tú, si no yo. Pero nada. Acabamos haciendo lo que tú quisiste. Mientras la película seguía reproduciéndose. ¿Eres consciente de que cada vez que mi novio me pone una mano encima, me acuerdo de la tuya? ¿De que, cuando por fi